Era una deuda entre
varias que me restan por pagar; tras varios años sin asistir por
tener otras citas irrenunciables o por culpa de uno de mis mejores
aliados (el despiste), no había podido asistir y realmente lo
estaba deseando. Conozco a Ramón de hace algún tiempo, es una
persona de la que se aprende que la vida no se vive a golpes de
hacha, sino a base de grandes dosis de compresión y generosidad, y
se la debía (te la debía).
Llegué sin contratiempos
al Pantano de Villameca y sin darme tiempo a meter las monedas en el
parkímetro ya me estaban señalando una silla para acompañarles a
disfrutar de diversas viandas que en ella había. Hay ocasiones en
que no se puede decir que no; sobre todo cuando ves que la gente te
ofrece compartir lo mucho o poco que tiene con ilusión y esta era
una de ellas. Y dicho sea de paso, tengo que reconocer que yo que no
soy muy de tortillas, he probado la mejor de mi vida.
Hay lugares en los que se
percibe el buen ambiente ya antes de aterrizar, y la primera
impresión que tienes es la de que no has llegado al lugar donde se
va a desarrollar una competición, sino a la celebración de quien
sabe qué. Ves gente de diferentes lugares y sin embargo
la impresión que te da es de que son todos una misma familia;
charlas relajadas, besos, abrazos, risas y solo de cuando en cuando
algún gesto serio, seguramente por la presión que ejerce siempre el
puñetero “YO”.
Me cuentan en “petit
comité”, que no se ha cubierto el aforo, y que toca palmar otra
vez y sin embargo yo a Ramón y al resto de colaboradores que son
muchos, les veo tranquilos y centrados en esos detalles que permitan
que todo el mundo se marche a su casa contento y con ganas de volver
como parece que está ocurriendo desde hace años con esta prueba
carente de recursos pero no de enormes esfuerzos y grandes
entusiasmos.
Intento colaborar en lo
que puedo, pero ya todo está prácticamente controlado a pesar de
esos imponderables que siempre se empeñan en aparecer en estas
pruebas y más cuando son de este calibre; me dicen que tranquilo que
me lleve un botellín de agua para el calor y como si fuera uno más
de la familia, me regalan un mochilón que el gesto amenazante de
Madame Mila me impide rechazar.
Si traes una cámara,
tira unas fotos y disfruta del día. Y es que si el lugar era de
ensueño, el día al menos para los mirones era espectacular, con un
apacible viento que obligaba a los más frioleros a ponerse chaqueta
y a los menos a aprovecharnos del aire rozando la piel.
Si hay deportes duros,
este es uno de ellos porque difícilmente encontrarás personas que
dominen las tres artes necesarias para esta competición y lo que se
gana en un sector se pierde en otro como demuestran los cambios
continuos en muchos puestos de la clasificación general. Aunque como
se ha comentado tantas veces, el deporte no es duro en sí mismo,
sino que son los propios deportistas los que elevan la exigencia cada
día un poco más, eso sí con un poco de ayuda de los medios y
federaciones deportivas.
Vamos con las fotos que con vuestro permiso dividiré en tres partes para que me de tiempo a comprimirlas todas...
Primera parte:
Continuará...