Soy
un consumado deportista; tras años en la élite he caido en la cuenta de
que ya no me excita escuchar comentarios sobre mis éxitos y si he de
ser sincero, me duelen más mis fracasos pasados que los actuales.
Aún me encuentro entre los mejores, pero mi única y fingida ilusión
es seguir codeándome con esa minoría selecta a la que no podrán
acceder nunca la mayor parte de los mortales.
Creo que me lo he ganado, y nada tengo en contra de los que jamás lo
conseguirán, solo que este modo de vida, no me ha sido dado por
ninguna poción mágica, ningún filtro ni cualquier otro bebedizo;
no he conocido hechiceros, magos ni nigromantes que me hayan
preparado el camino, solo yo con mis fuerzas, con mis ganas, mis
ilusiones y creo que debo incluir a mi entrenador, aquél con el que
dí mis primeros pasos, porque en aquél tiempo lejano, no había
diferencia alguna entre salir por los senderos, o por los barrizales,
ni tampoco entre salir en un hermoso día de sol o con el
diluvio universal sobre mi cabeza.
Zurrarme la badana cada día era un más que un deseo una necesidad, un
acontecimiento sin el cual mi vida carecía de sentido, por eso mismo
me dejaba la piel generosamente en cada entrenamiento, por eso mismo
hacía lo que se me mandaba sin rechistar, y ese era el motivo que me
permitía terminar jadeando como un perro las últimas series con el
cuerpo hecho trizas sabiendo que con cada uno de esos intensos
sufrimientos, era más dueño del inmenso poder de mi mente.
Aunque hubo épocas en que me molestaba entrenar solo, al final
comprendí la gran diferencia que existe entre salir con otros o en
soledad. Tardé tiempo en darme cuenta de que cada compañero de
entrenamiento suponía una distracción más a mi falta de
concentración; de modo que cuando llegué a cierto nivel tomé la
decisión de que al menos el noventa por ciento de mis entrenamientos
fueran en solitario, y dejar solo algunos de menor importancia para
rutear con los colegas de turno.Casi a partir de ese instante, comenzaron a llegar mis primeros
resultados importantes, y de ahí que siga entrenando la mayor parte
del tiempo solo, aunque a veces coincida en entrenamientos con otros
colegas de la pista o los senderos.
Soy un profesional, y como tal me debo a mis patrocinadores, a mi
federación, mis médicos, mis fans y en general a todos aquellos
que han “ordenado” mi vida de tal forma que mañana toca
levantarse a las siete y media, tomar la pastilla de tal o cual, una
tostada con … el jueves revisión, el sábado masaje y el domingo
entrevista en la tele local.
Este mismo fin de semana tengo un campeonato importante y he tomado
la decisión de no ir, porque no me veo, se que no estoy mal de
forma, se lo mucho que me juego, pero me imagino corriendo y no
siento ningún ánimo; en realidad estoy entrenando como un autómata,
es decir sin ningún tipo de sentimientos y no me gusta.
Dice mi actual entrenador que hay que dejarse de niñerías y que hay
que pensar en las becas, en las medallas, en el currículum y el
prestigio que me daría ganar una vez más esta prueba de cara a mis
patrocinadores; me dice también que lo haga por mi ciudad y mis
admiradores, que me jalean por el tuiter, el guasap y otros medios;
que qué van a decir si no compito. Por un momento me asalta la duda,
pero lo único que me viene a la cabeza es aquél tiempo ya tan
lejano en que sonreía tanto.